No tienen acceso a redes de agua potable y viven en el corazón de la tercera reserva de agua dulce más importante del mundo, el Acuífero Guaraní. Los pueblos originarios son los más afectados por falta de estructura básica en la provincia de Misiones, al noreste de Argentina.
Ya son cinco las aldeas que visitamos y el panorama es triste. Sin pozos ni filtros adecuados para evitar enfermedades, sus habitantes toman agua de vertientes y se la pasan acarreando bidones y baldes de plástico para darles de beber a los mayores y mantener la limpieza.
Nuestro equipo salió temprano, primero visitamos la comunidad mbya Kokuerei II, que se encuentra en la localidad de San Ignacio, donde nos esperaba nuestro amigo el cacique Ramón Duarte. Nos contó que siguen con los mismos problemas y el principal de ellos es el básico: agua.
La última vez que nos vimos fue hace tres meses, pero el reclamo por el acceso al agua del jefe de la aldea comenzó en 2017. Es decir que desde hace seis años el Estado no estaría garantizando el ejercicio de este derecho humano fundamental, y pese a haber difundido su caso a través de varios medios, el problema continúa irresuelto.
Ramón nos abrió las puertas de su comunidad y nos sirvió de guía para comunicarnos con otras aldeas con las mismas problemáticas. Una vez más, conseguir agua era el principal problema.
Una carencia que trae otros problemas, como el de la salud. Los índices de mortalidad por enfermedades relacionadas con el agua son altos en lugares sin sistemas sanitarios. Lavarse las manos con jabón durante por lo menos 20 segundos cuesta pocos centavos de dólar, hacerlo reduce los índices de infecciones, como las neumonías y enfermedades diarreicas.
La integridad física de las niñas, niños y mujeres es otro problema acarreado por la falta de acceso a aguas potables. En las comunidades visitadas, diferentes mujeres reconocieron que fueron víctimas de violencia cuando iban a buscar agua. Las acusaciones son contra los “trigueños”, hombres que no integran la aldea, pero sí en las áreas más urbanas y trabajan en los montes donde se encuentran los pueblos originarios.
De las 18 comunidades mbya ubicadas en el municipio de San Ignacio, Tava Miri y Jatai Miri, atraviesan situaciones similares. En la primera, cuyo nombre traducido al español significa “Pueblo chico”, habitan diez familias, cada una conformada por seis o siete personas. El cacique Fabián explicó que utilizan la red de agua proveniente del “Aula Satélite”, dependiente de la Escuela bilingue N° 44, que se encuentra en el acceso principal a esa aldea, a la que se llega ingresando tres kilómetros por avenida Sarmiento desde ruta 12, arteria que conecta esa localidad con Posadas, capital provincial, en un trayecto de 64 kilómetros.
Allí asisten 31 niños provenientes de Kokuerei I y II, Tava Miri, entre otras comunidades. Sin embargo, hay temporadas en las que no pueden acceder al servicio, por lo que reclaman tener su propio suministro del elemento vital que utilizan tanto para el consumo personal, ya sea hidratación e higiene, como también para la cocina, limpieza, el riego de cultivos y el abastecimiento de animales vacunos.
La maestra Sonia se dispuso a mostrar la conexión de agua que conecta las instalaciones de la escuela con la comunidad aledaña y culminan en dos tanques ubicados cerca de las casas: “Estaría bueno que ellos tengan su propio pozo”, nos comentó la docente, aunque reconoció que “desde la cooperativa no se les niega el agua, el problema es cuando hay que pagar y cuidar el agua. Para no tener problemas con el Ministerio de Educación, solicitamos un medidor porque el consumo de ellos es mucho mayor al de la escuela y le dieron el agua, pero si te atrasas en el pago te cortan”.
En cuanto a la pedagogía, resaltó que “es muy lindo trabajar con ellos, son niños muy tranquilos, al igual que sus padres” y uno de los caciques es el encargado de dictar las clases de idioma y música. Pese a esto, lamentó que no cuenta con el Adicional Docente Indígena que la cartera educativa provincial destina a las escuelas bilingües como facilitador en la enseñanza de las lenguas durante los primeros años de escolaridad.
Para finalizar, la docente detalló que en las comunidades aledañas no solamente el acceso al agua es una de las principales problemáticas, sino también la carencia de baños instalados con duchas, ya que al realizar las tareas de higiene en arroyos, la utilización de jabones provoca la contaminación de los afluentes, poniendo en riesgo la salud humana y la inevitable mortandad de la fauna piscícola regional.
A pocos kilómetros de Tava Miri, se encuentra hace 17 años la comunidad Jatai Miri sobre ruta 210, donde residen alrededor de 40 personas, entre ellas 19 niños, distribuidos en 12 familias. Al no contar con un pozo perforado se ven obligados a recolectar el agua de lluvia o de un arroyo que se encuentra a un kilómetro de distancia.
Una vez más, la situación termina poniendo en riesgo la salud de sus habitantes, debido a la contaminación de los afluentes, y las mujeres se ven obligadas a interactuar con personas que no pertenecen a su comunidad y que, en algunos casos, atentan contra ellas mediante el abuso verbal y físico, en el peor de los casos.
Por otro lado, a 50 kilómetros de San Ignacio, en la localidad de Jardín América, sobre ruta 7, desde hace 20 años habita la comunidad Tekoá Porá donde conviven 81 personas (38 adultos y 44 niños) distribuidos en 19 familias en 17 casas tradicionales construidas con barro y tacuaras.
En este caso, cuentan con energía eléctrica y un pozo perforado, pero no es posible establecer una conexión que permita abastecer a alrededor de diez casas que se encuentran a poco más de un kilómetro de distancia, por lo que, una vez más, deben abastecerse de los arroyos y las vertientes cercanas.
En este caso, también reclamaron la falta de infraestructura en las viviendas, ya que al ser “tradicionales”, no cuentan con tablas y chapas, materiales que permitirían protegerlos de las tormentas y el intenso frío. “Hace más de tres años vino la Dirección de Asuntos Guaraníes, sacó fotos y después no supimos más nada de ellos”, lamentó el cacique Tonino Paredes.
Los niños de esta comunidad acuden al aula satélite N°1 de la escuela 647-1, ubicada enfrente al ingreso principal, del otro lado de la ruta, y al no contar con un puente aéreo, también pone en riesgo la vida de quienes deben cruzar de un lado a otro, ya sea para asistir a clases o buscar agua ante la faltante de un pozo perforado en su comunidad que se ubica a un kilómetro y medio de distancia de ese suministro.