Un pozo de agua transformaría muchas cosas en la vida de una comunidad

Que a estas alturas del siglo haya una comunidad sin acceso al agua es indignante y no importa en qué lugar del mundo suceda. Pero en este caso puntual, resulta indecoroso que se encuentre instalada en uno de los lugares más ricos de agua dulce en el mundo. La situación afecta a una joven aldea de uno de los pueblos originarios que habitan la región del Acuífero Guaraní.

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AGUA SAGRADA

Una caravana de niños y niñas de una pequeña aldea guaraní caminan varias veces al día cargados con baldes para recoger agua de una vertiente natural. Pero las bombas de extracción, la cañería, ni las obras de saneamiento brotan de la tierra.

Cuadro de situación

Comunidad sin agua en un territorio que emerge sobre el Acuífero Guaraní

Área de importancia

Pese a la existencia de esta capa geológica considerada “el tercer reservorio de agua dulce más grande del mundo”, la inacción por parte del Estado y las instituciones competentes, continúan impidiendo el acceso a este derecho humano fundamental.

Se calcula que para el año 2050, más de la mitad del planeta se verá afectada por la escasez de agua dulce, como consecuencia del cambio climático. El acceso y saneamiento fue reconocido por la Asamblea General de las Naciones Unidas celebrada en el año 2010, a través de la resolución 64/292, que exhorta a las naciones y a las organizaciones internacionales a proporcionar recursos, capacitación y tecnología para ayudar a los países en vías de desarrollo que tienen un deplorable suministro.

También está contemplado en la Ley 1838 sancionada el 28 de julio de 1983 en Posadas, capital de Misiones, una de las seis provincias argentinas que comprenden el área del acuífero junto a parte de Brasil, Paraguay y Uruguay. Se trata de un sistema constituido como un conjunto de rocas –ubicadas al sureste de América del Sur– territorio que hacia el año 2020 albergaba alrededor de 24 millones de habitantes, de los cuales más del 50% se abastecía del mismo. 

Estas rocas, formadas hace más de 144 millones de años, permiten la permeabilidad del agua y la pueden acumular en sus poros y grietas en una superficie que abarca cerca de 1.196.755 kilómetros cuadrados, con un volumen de 40.000 kilómetros cúbicos, un espesor de entre 50 a 800 metros y una profundidad máxima de 1800 metros.

Teniendo en consideración la ubicación geográfica comprendida entre estos cuatro países, “la región le dio el nombre” -Acuífero Guaraní- por iniciativa del geólogo uruguayo Danilo Antón, quien hizo referencia a los pueblos originarios de la zona.

En Argentina ocupa gran parte de la cuenca fluvial del Río de la Plata, formando un sistema de retroalimentación de agua dulce. En su parte inferior se conecta con el Paraná, y recibe aportes desde el oeste mediante el Acuífero Puelche, ubicado en Los Andes.

En 2010 el país que más explotaba el acuífero era Brasil, abasteciendo alrededor de 500 ciudades. Para ese entonces Uruguay reunía 135 pozos públicos, algunos usados para la explotación termal, Paraguay contaba con 200 pozos y Argentina tenía 5 perforaciones de agua dulce y una de agua salada, ubicadas en la provincia de Entre Ríos, siendo las más conocidas las termas de Villa Elisa, Federación, San José y Colón.

Población afectada

Kokuere’i II es una de las 135 comunidades mbyá guaraníes existentes a lo largo y ancho de la provincia de Misiones. Está situada en San Ignacio, un municipio que reúne 63,726 habitantes, según el empadronamiento realizado en el año 2022 por el Instituto Nacional de Estadística y Censos, y se encuentra a 63 kilómetros de Posadas.

Para llegar a Kokuere’i II desde esa ciudad por Ruta Nacional 12, se debe ingresar a la avenida Sargento Cabral, sobre la mano izquierda de la arteria nacional, y avanzar aproximadamente tres kilómetros por camino de tierra hasta encontrar un cartel que da la bienvenida al lugar. 

Allí conviven 75 personas, entre ellas 47 niños y 28 adultos, distribuidas en 17 familias lideradas por el cacique Ramón Duarte, quien reside hace al menos siete años en la zona y desde entonces se ven obligados a caminar diariamente poco más de un kilómetro hacia un arroyo y tres vertientes. Hoy, son sus únicas fuentes para la provisión del líquido vital que destinan tanto para el consumo personal, como para el uso doméstico en general.

La inexistencia de un acceso regular al agua, con las medidas de saneamiento necesarias, además de atentar contra la salud de las comunidades, pone en riesgo la integridad física y personal de las mujeres, niñas, niños y adolescentes. Generalmente son ellas quienes realizan ese largo recorrido y en el último tiempo denunciaron públicamente que “los hombres no indígenas llegan y nos molestan, por eso ya no queremos ir”.

En septiembre de 2023 la comunidad realizó un corte interrumpiendo el tránsito sobre Ruta 12, reclamando que el Estado, tanto municipal como provincial -y las áreas competentes- realicen las gestiones necesarias para garantizar el acceso al agua a través de un pozo perforado. Sin embargo, hasta mediados de 2024 la situación continuó siendo la misma.

La faltante que atraviesa esta comunidad indígena no es aislada, sino que existen otras que transitan su cotidianidad de manera similar, entre ellas, Jatai Mirí, a unos 10 kilómetros dentro de ese mismo municipio; Tekoá Porá a 50 kilómetros en Puerto Leoni; Andrés Guazurarí, a 200 kilómetros en Puerto Libertad y las aldeas Ka’a Poty y Tapysavy a 55 kilómetros, en la localidad de Campo Grande. 

Marco histórico

Si bien no existe un consenso entre los especialistas en cuanto a la época de llegada de los guaraníes a la región del cono sur, fueron encontrados durante la invasión y conquista de América, y luego fue una de las poblaciones más afectadas durante la Guerra de la Triple Alianza desatada entre 1864 y 1870.

Los Mbyás que habitan la provincia de Misiones son una fracción del pueblo guaraní que se extiende por los países vecinos; Paraguay y sur de Brasil. En las últimas décadas se desplazaron a Uruguay, mediante contiguas migraciones que ponen de manifiesto que -como pueblo- no reconocen fronteras.

Junto a los avá chiripás y los paí tavyterás, pertenecen al grupo genérico guaraní de los cainguás, ka’ynguas o monteses, tal como fueron conocidos en el siglo XVIII cuando vivían en las selvas entre el río Acaray y el río Monday, situados a pocos metros de la Triple Frontera entre esos países. 

El idioma mbyá o ayvú, difiere del guaraní criollo, tanto en la fonética como en la morfosintaxis y el léxico, y son conocidos dos dialectos, el tambeopé y el baticola. Sin embargo, varios habitantes son trilingües, ya que utilizan el guaraní criollo, el castellano o el portugués, dependiendo de la ubicación geográfica en la que residan.

Si bien los mbyá solían dedicarse a la caza, la pesca y la recolección, actualmente el avance de la deforestación —que también atenta contra el abastecimiento de arroyos— está llevando estos recursos a la desaparición. Actualmente están abocados al cultivo de maíz, mandioca, zapallos, bananas e incluso a la yerba mate, para la venta de hoja verde a distintos secaderos y molinos que luego exportan el producto elaborado y empaquetado a distintos puntos del país y el extranjero.

Tan cerca y tan lejos del agua | Herederos Originarios del Acuífero Guaraní